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Desde el pasado 5 de diciembre y hasta el próximo 18 de febrero, se puede visitar, en la antigua Iglesia de la Compañía de Caravaca, ... organizada y patrocinada por la Fundación Camino de la Cruz y comisariada por el galerista Nacho Ruiz, la exposición que lleva por título 'Magna Urbe. Una historia del arte en Caravaca', en los prolegómenos del Año Santo 2024.
Las grandes exposiciones que desde principios del actual siglo estamos disfrutando en la Región de Murcia, desde la recordada 'Huellas' en la Catedral capitalina, han mostrado gran parte del patrimonio artístico mueble regional, poniendo en valor lo conocido y sacando a la luz muchas piezas desconocidas o no valoradas en su justa dimensión. Se han descubierto autorías y corregido atribuciones. Se ha escrito mucho sobre el Arte Regional, por lo que cabría pensar que ya no hay lugar para estas grandes muestras en el territorio regional.
'Magna Urbe' viene a demostrar lo necesario de estas exposiciones al mostrar, en diferente dimensión, lo que cabría pensar es ya conocido, y por tanto su interés podría ser menor. La exposición caravaqueña contextualiza en tres dimensiones aspectos del arte local y regional, cuyas piezas por sí solas carecen del discurso que tienen mostradas en su conjunto, tal y como fueron concebidas por los artistas, o por los mecenas de aquellos. Es el caso del viejo retablo anónimo del Salvador, de los primeros años del S. XVII, que conoció el inicio del culto en aquel templo, y que presidió el presbiterio de la Iglesia Mayor. Hasta que en el S, XIX fue sustituido por el actual (procedente de la abandonada iglesia de los Jesuitas, donde se celebra la muestra), desarmado y abandonadas sus partes en lúgubre almacén, hasta las obras de restauración del inmueble en 1975. Fecha en que fueron colocadas, deslocalizadas, en la sacristía mayor del mismo. Se puede apreciar el improvisado retablo, cómo pudo ser en su origen, ofreciéndose a partir de ahora para trabajar en su atribución, paralelismos y datación concreta, a la búsqueda de su posible autor o escuela artística.
Igual sucede con la colección de cobres flamencos, desperdigados hasta ahora por las dependencias de la Basílica de la Vera Cruz, y descubierta su grandeza y hermosura al poder contemplarlos juntos, en serie, como figura en la exposición.
El 'Cristo Yacente', anónimo, que tantas generaciones hemos visto desfilar por las calles de la ciudad en la noche del Viernes Santo, en austero ataúd de cristal, y que tiene tras de sí una larga historia antropológica que acumula desde el S. XVI a nuestros días, no sólo se puede apreciar en su majestuosa desnudez e imponente monumentalidad, sino que su visión se deja completar con su larga historia de hechos y sucesos en torno a su figura.
El 'Apostolado', propio de las iglesias jesuíticas en bulto, o pintura como en nuestro caso, regresa a su casa para la que fue concebido, y durante tantos años formó parte del devocionario jesuítico, como en otros templos de la orden que a manera de ejemplo podemos observar en Cáceres o en Toledo.
El grupo escultórico de la 'Virgen de las Angustias', realidad de una abstracta devoción traída desde Granada por la familia Santa Ana de las Torres cuando se estableció en Caravaca a finales del S. XVIII, derrochando su bienes económicos en la construcción de su propia casa (la conocida popularmente como 'Casa de la Virgen'), y en la capilla del 'Señor del Balcón' de La Concepción, introduciendo en Caravaca el estilo «rococó», tan de su gusto estético, muestra sus encantos, sin aditamento alguno, tras confirmar su autoría definitiva la moderna investigación.
Y así se podría hablar, una por una, de cada una de las piezas, o conjunto de ellas, pues todas aportan un original discurso que justifica, con sobrada razón, su presencia, una vez más, si es que ya eran conocidas, en esta muestra, descubriendo quizás poco, pero valorando y mucho el conocimiento visual, que no intelectual que pudiera tenerse de alguna de ellas. Y junto a lo conocido, lo desconocido, restaurado o limpio, tras salir de lugares inhóspitos donde estuvieron condenadas durante siglos. El 'S. Ignacio', concebido para el retablo mayor del templo, o el 'S. Jerónimo', que intencionadamente muestra su destrozo como ejemplo de la incuria humana, en la destrucción iconoclasta que tuvo lugar durante un pasado cercano, el de nuestros padres, que nunca más debe volver. Y finalmente la pieza quizás más curiosa o que más interrogantes despierta: el cuadro de la 'Aparición de la Cruz sobre la ciudad de Caravaca entre los santos mártires Régula y Félix', de 1680, que podría mostrar la obra de la Basílica tal como la concibió en un primer momento su autor, el lego carmelita Fr. Alberto de la Madre de Dios, cuyos planos originales desconocemos.
No me es posible aquí un juicio de cada una de las piezas, que para eso está el catálogo, pero concluyo diciendo que 'Magna Urbe' podría constituir el registro que marque dos épocas diferentes en este tipo de muestras. Aquellas que dieron a conocer el patrimonio oculto, desconocido u olvidado, y el de las que, en adelante, muestren el mismo en su contexto, haciendo mayor hincapié en su valor contextual, con un discurso expositivo adecuado, a un público menos perplejo y más ávido de conocimientos.
En las entrañas del Noroeste murciano, 'Magna Urbe' ofrece la posibilidad de encontrar «otra Historia del Arte en Caravaca», aquella que muchos esperaban y ya es una realidad, porque en ella, cada obra dialoga con el espectador, y le cuenta su historia, para satisfacción de éste.
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