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Nueva temporada de 'Love, Death + Robots', la siempre refrescante serie antológica de cortometrajes que acoge diferentes técnicas posibles en el enriquecedor campo de la animación. La cuarta sesión, disponible en el menú de Netflix, se antoja más irregular de lo habitual, con diez propuestas variadas que no siempre cumplen con el espíritu original del proyecto. La selección cuenta con alguna pieza reseñable, pero da signos de agotamiento. La formula fue «vampirizada» recientemente por Prime Video, competencia directa que lanzó hace unos meses 'Secret Level', un lote de cortos animados, basados en populares videojuegos, que también funcionaba a ratos.
Toca repasar los diez episodios de la última entrega de 'Love, Death & Robots', como en anteriores ocasiones. Un volumen cuatro tan variado como agridulce en su degustación. El orden atiende a el mayor o menor interés de las piezas, digeribles del tirón, en un abrir y cerrar de ojos, con varias propuestas que no llegan a los diez minutos de duración. Estamos ante la tanda más desequilibrada del proyecto, aceptando que el título, amor, muerte y robots, acoge prácticamente cualquier relato que contenga algún toque de fantasía o ciencia-ficción. Los robots, desde luego, no son los protagonistas. Y el amor, tampoco. La violencia se presenta siempre que surge la menor ocasión. Recordemos que David Fincher y Tim Miller están detrás de esta original iniciativa cuya producción incluye cartoons de estilo clásico con tendencias más actuales, apostando también por las posibilidades estéticas que otorga el desarrollo de las nuevas tecnologías audiovisuales. El target sigue siendo el público adulto, sin prejuicios, amante de distopías, historias futuristas y apocalípticas.
El mejor episodio de esta cuarta entrega de la serie antológica. Animación en 2D con momentos hipnóticos y un despliegue imaginativo sensacional. Aventura, acción y abundante hemoglobina, además de mal rollo. Momentos macabros, impregnados de onirismo, con la excusa de la religión. Un avión de guerra sufre el ataque de una criatura demoniaca en un espectáculo abracadabrante que planea por encima de la media.
Un avispado felino se alía con un robot doméstico para dominar el mundo. El corto describe el maravilloso plan del maquiavélico minino para hacerse con el control del planeta con la ayuda de su colega autómata y unos dueños humanos sumamente torpes. Un pieza divertida, que abusa de la voz en off del gato para poder explicar sus argucias, maniobras orquestales que ilustran las imágenes prácticamente al pie de la letra.
Con David Fincher a los mandos, este episodio resulta desconcertante. Es un videoclip. Se comporta como tal, ilustrando una canción de Red Hot Chilli Peppers: 'Can´t Stop'. Los miembros del conocido grupo estadounidense saltan y brincan sobre el escenario ante miles de personas. El elemento extraordinario es que son marionetas manejadas por hilos, tanto la audiencia como la banda dándolo todo en el show. Son muñecos que se mueven fluidamente, con una técnica depurada de stop-motion que implica su fusión con nuevas posibilidades en el terreno audiovisual. El temazo suena con un ritmo de imágenes apabullante, pero, ¿qué tiene que ver con el alma de la serie? Probablemente es un capricho del director de 'Seven'. Otro más. Un experimento visual que remite a la MTV de antaño. Los viejos tiempos de la música en televisión.
Con el aspecto visual de la cinemática de un videojuego, 'Spider Rose' plantea un interesante escenario sombrío, perdido en el espacio, donde lo que ocurre es previsible, pero funciona plenamente. Se puede entender como el prólogo de un filme, de una pieza más larga. Deja con ganas de más, lo que es agradable, con ecos de 'Alien' y referencias similares. Una criatura extraña esa adoptada, tras un peculiar transacción, por una mujer biónica aislada en los confines del universo.
No es la primera vez que vemos en la selección de cortos de 'Love, Death & Robots' este tipo de animación de personajes y escenarios en miniatura. El resultado es divertidísimo, con un ritmo endiablado y un humor deliciosamente negro. Una invasión alienígena es la excusa perfecta para desplegar algunos maravillosos gags visuales.
Estéticamente resulta atractiva esta pieza que puede entenderse como una versión de 'The Warriors' en un futuro apocalíptico. Varias bandas callejeras que controlan diferentes barrios de la ciudad se juntan para combatir contra unos bebés gigantes que arrasan todo a su paso. No se sabe de dónde viene cada cual, pero dan espectáculo. El problema que empaña unas imágenes potentes es un guion manido, poco trabajado, que se queda en una anécdota, una guerra por el territorio que como viene se va.
¿Cómo sería un circo de gladiadores en un futuro? Esta es la premisa de partida de un capítulo que apela a la animación hiperrealista a base de píxels que recuerda, inevitablemente, a los videojuegos. La acción está conseguida, así como los momentos de violencia desatada, pero evita cualquier signo de audacia. Hay un cameo vocal de Mr. Beast, el famoso youtuber que plantea retos mastodónticos. En la versión original pone voz al presentador de la carrera a muerte entre los guerreros protagonistas montados sobre Triceratops, televisada para el regocijo de los espectadores ávidos de sangre. De final obvio, deslumbra visualmente y no le falta emoción.
Una serie de sketches muestran a diversos aparatos domésticos automatizados echando pestes sobre los dueños de las casas. Humor facilón, poco incendiario, sin demasiado recorrido. Con una buena vuelta podría ofrecer mucho más al espectador inquieto.
La estética no es para todos los gustos en esta propuesta que mezcla animación tradicional con infografía, como si se otorgase movimiento a grabados y pinturas antiguas. De nuevo participa un gato en la historia. El Diablo quiere convencer a un poeta cuyos versos pueden ampliar su poder. El felino, con la ayuda de otros compañeros peludos, le busca las cosquillas al pérfido Satán en un relato algo cansino.
El episodio más flojo de esta cuarta temporada. Además, se salta las reglas. Básicamente está rodado en imagen real, salvo algunas inserciones en CGI, concretamente la figura de un extraterrestre tentacular que conversa en una playa real con un sacerdote sobre la existencia de Dios. No deja de ser una demo de VFX que se queda en un chiste sin gracia, aunque los efectos visuales son impecables.
Habitualmente tiramos piedras sobre Netflix, su algoritmo mascado y sus series de narrativa licuada, pero hemos de reconocer también sus aciertos, algunos notables, incluso esenciales para la evolución del medio, como 'Love, Death & Robots', aunque pierda fuelle en su cuarta temporada.
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