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Con la publicación en 2020 de 'Cartagena, La Unión, Mazarrón: viaje por la costa de Murcia en los umbrales del siglo XX', el cronista oficial ... de Mazarrón, Mariano C. Guillén Riquelme, ha ofrecido un tesoro visual y documental que, más allá de su indudable valor histórico, nos permite adentrarnos en una época fascinante de la historia reciente de esta franja costera.
Aprovechando la oportunidad para corregir un error ocurrido la semana pasada en esta sección, en la que inadvertidamente publiqué tres fotografías de este libro sin su debida mención, me gustaría dedicar este espacio para ofrecer una disculpa pública y, al mismo tiempo, recomendar encarecidamente la lectura de este espléndido trabajo de Mariano Guillén, quien nos ofrece una visión única e irrepetible de un pasado que ya parece lejano, pero que sigue vivo en cada una de sus imágenes.
No solo es un compendio de fotografías antiguas, sino que también es un análisis detallado sobre la transformación de esta costa a finales del siglo XIX y principios del XX. El autor nos presenta las tres localidades más emblemáticas de la región sur de esta provincia: Cartagena, La Unión y Mazarrón, que no solo compartían un destino común en ese período, sino que también estaban ligadas por su identidad marítima, su desarrollo industrial y su importancia histórica. Con un profundo conocimiento de la historia local, Guillén Riquelme se adentra en los aspectos más singulares de estas tres ciudades, dándoles vida a través de sus imágenes y descripciones.
Una de las grandes virtudes del libro es la selección de las fotografías, que permiten al lector visualizar una realidad en la que los tres municipios aún estaban marcados por el peso de las transformaciones que trajeron consigo la revolución industrial y la consolidación de Cartagena como un puerto de importancia estratégica. Estas imágenes, muchas de ellas inéditas o poco conocidas, muestran momentos irrepetibles: desde los paisajes costeros de principios de siglo, hasta las primeras edificaciones de la era industrial, pasando por escenas cotidianas e históricas de los habitantes que por entonces vivían en estos entornos.
En cuanto a Cartagena, Guillén logra capturar la esencia de la ciudad en su transición hacia un centro urbano moderno. A través de las fotografías de la época, se puede observar la ciudad con sus edificios coloniales, el bullicio del puerto y la vida cotidiana de sus habitantes, pero también las primeras transformaciones urbanísticas que marcarían el crecimiento desmedido de la ciudad en los siguientes años. La ciudad, que por entonces aún respiraba aires de grandeza, aparece en estos documentos visuales como una urbe que se preparaba para afrontar los cambios sociales, políticos y económicos que el siglo XX traería consigo.
Por su parte, La Unión, que en esa época vivía su auge como centro de la minería y la industrialización, es otra de las grandes protagonistas del libro. Las fotografías de las minas de hierro y las primeras explotaciones de los ricos yacimientos minerales del Mar Menor nos transportan a un escenario de gran actividad y dinamismo económico, pero también de duras condiciones laborales y sociales. Las imágenes reflejan tanto la pujanza de la industria como los difíciles momentos vividos por los trabajadores y sus familias. Es un recordatorio de que el desarrollo económico no siempre ha sido sinónimo de bienestar para todos, y que la historia de La Unión está íntimamente ligada al esfuerzo y sacrificio de sus gentes.
Mazarrón, por su parte, es presentada como una localidad que, aunque en menor medida, también pasó por un proceso de transformación durante esos años. Las fotografías muestran el cambio de una pequeña localidad pesquera a un centro de actividad mercantil, con su puerto como núcleo principal de comercio. Mazarrón aparece como un lugar que, por sus características geográficas y su ubicación en la costa, tenía un potencial de crecimiento que aún no había sido aprovechado en su totalidad, aunque ya se percibían las primeras semillas del progreso que florecerían en décadas posteriores.
Además de la calidad de las imágenes, que son el corazón del libro, Mariano Guillén acompaña las fotografías con un texto descriptivo y reflexivo que contextualiza cada una de las escenas, enriqueciendo la narración visual y dándole al lector una idea clara de los cambios que ocurrían en la región. A través de las palabras, el autor no solo nos explica el contexto de las imágenes, sino que también se sumerge en las historias de los personajes que las protagonizan, tanto los anónimos como los más conocidos, aquellos que dieron forma al destino de estas localidades.
El libro no solo es una joya visual para los amantes de la historia local, sino también una primaria fuente de información para investigadores, estudiosos y cualquier persona interesada en entender el proceso de modernización de esta costa en los primeros años del siglo XX. En este sentido, el autor ha logrado hacer un trabajo minucioso y meticuloso, aportando documentación visual de altísima calidad, que enriquece el conocimiento colectivo sobre nuestra historia reciente.
Reitero mis más sinceras disculpas a mi compañero cronista de Mazarrón por no haber citado debidamente las fotografías del anterior FotoHistoria. Mi intención nunca fue omitir el mérito de su trabajo, sino más bien compartir estos documentos que considero de gran valor. Ahora, a través de esta rectificación, quiero resaltar la importancia de su obra y recomendarla a quienes deseen conocer un aspecto fundamental de nuestra historia a través de las lentes de quienes vivieron ese momento crucial de cambio.
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