
Secciones
Servicios
Destacamos
M. Pérez
Miércoles, 28 de mayo 2025, 12:35
Ante las restricciones, cada vez menores, a su armamento de largo alcance y el déficit de misiles en sus almacenes, Ucrania ha dado prioridad a ... la guerra de drones contra Rusia. Nunca desde el comienzo de la guerra, según los expertos militares, Kiev ha lanzado un número tan alto sobre el país vecino: 1.465 aviones no tripulados en la última semana, a los que se suman al menos 296 disparados la madrugada de este miércoles, que han causado daños en un parque tecnológico próximo a Moscú y obligado a suspender los vuelos en los cuatro aeropuertos de la capital rusa.
Después de un fin de semana de especial castigo por parte de Rusia, que bombardeó trece regiones ucranianas, la capital, Kiev, y causó más de una docena de muertes, el ejército ha replicado esta madrugada con lo que su presidente, Volodímir Zelenski, denomina una acción «espejo». Sus drones se han dirigido contra trece regiones rusas y Moscú, lo que ha obligado al Kremlin a activar los sistemas de defensa antiaérea. El Ministerio de Defensa ha informado del derribo de 296 drones, de los cuales 40 iban dirigidos a la capital.
Para los rusos del cinturón que rodea la gran metrópoli ha sido una madrugada de sobresaltos. Las explosiones aéreas para interceptar los aparatos han podido escucharse a gran distancia y un gran número de restos de metal han caído sobre los suburbios. Durante horas, ningún avión ha aterrizado o despegado de Moscú ante la amenaza de los drones. Ucrania está consiguiendo precisamente perturbar el espacio aéreo del país vecino con el continuo lanzamiento de aviones no tripulados, que en los últimos diez días han forzado al menos veintiséis cierres aeroportuarios.
Sin embargo, los daños más graves en esta ocasión se han producido en el parque tecnológico de Zelenograd, a poco más de 42 kilómetros de Moscú y conocido como el 'Silicon Valley ruso' por albergar algunas de las principales empresas de tecnología del país. Este centro ha sido el objetivo principal del ataque kievita. Al menos un aparato y restos de otros han caído dentro de su perímetro y provocado el incendio de una planta de microelectrónica que produce componentes y semiconductores destinados a los misiles y sistemas de defensa aérea del ejército. La empresa fabrica estos elementos críticos para el sector militar desde que el Ministerio de Defensa ya no pudo adquirirlos a Occidente debido a las sanciones internacionales.
Este polígono empresarial es una pieza fundamental de la industria militar rusa. Recoge el legado en desarrollo tecnológico de la antigua Unión Soviética, forma parte de un grupo de unos cuarenta tecnoparques levantados alrededor de Moscú y en 2022 obtuvo la mejor calificación de toda Rusia. Alberga a 150 empresas en una superficie de más de 60.000 metros cuadrados. Conviven las compañías de alta tecnología, médicas y de investigación –algunas de ellas destacaron en la lucha contra el covid– con las de desarrollo de drones de guerra; en este caso, impulsadas por la reconversión forzada de industrias clave hacia una economía de guerra. En ese sentido, los drones ucranianos han alcanzado también esta noche una factoría de maquinaria al norte de Moscú que presumiblemente participaba en la cadena de montaje de aviones no tripulados.
El Kremlin ha aprendido de Ucrania y su enorme capacidad de fabricación de aviones no tripulados de forma casi artesanal, pero dotados con una elevada potencia letal. Solo que ha sofisticado su construcción para hacerlos lo más mortal y dañinos posibles sobre las tropas ucranianas en el frente.
Los ingenieros han perfeccionado el uso de naves First-Person View (FPV), con las cuales sus pilotos obtienen una visión directa y detectan en tiempo real cualquier mínimo movimiento de los soldados rivales. Este hecho, que puede parecer simple tratándose de un juego, representa un gran obstáculo a las tropas ucranianas bajo el fuego, que ahora deben excavar más trincheras y a una mayor profundidad para ocultarse a estos artefactos.
Moscú también está desarrollando aviones no tripulados que sustituyen los controles remotos inalámbricos por largos y finísimos cables de fibra óptica. Como en los antiguos juguetes previos a la irrupción de las ondas, pero que juegan un papel más dramático: los hilos convierten en inútiles los inhibidores y dispositivos de interferencia electrónica.
Pero sus mayores amenazas radican en experimentos como los novísimos Sharhed y los modernos drones-minadores, una adaptación de los vehículos tradicionales cuya misión consiste en sembrar minas terrestres allí donde detectan a los soldados ucranianos para limitar sus movimienos.
Respecto a la última generación de Shahed-136, se trata de un derivado más destructivo de los drones iraníes con los que el Kremlin ha surtido sus arsenales de manera masiva en los últimos dos años. Hasta ahora su principal funcionalidad residía en las operaciones de castigo de baja intensidad o en su poder para enviarlos contra Ucrania en enjambres y saturar las defensas antiaéreas antes de golpear con los misiles balísticos. En cada refrierga se pierden muchos, pero por su coste el Kremlin puede permitírselo.
Los nuevos Shahed, en cambio, son más destructivos. El turborreactor Shahed-238, o Geran-3, es un aparato que se dio a conocer en febrero, sustituye la hélice típica de estas pequeñas naves por un motor a reacción que alcanza los 600 kilómetros por hora y puede equipar hasta 300 kilos de explosivos, como los ucranianos pudieron comprobar a principios de mayo en un devastador ataque sobre Kiev. El ingenio para el mal funciona a todo rendimiento: el Geran-3 obliga a Ucrania a desprenderse de sus valiosos y cada vez menos numerosos misiles Patriot, ya que por su envergadura y velocidad es casi imposible su interceptación con drones tradicionales.
La industria rusa trabaja además con otra variante más letal del Shahed-136. Su modelo cuenta con 90 kilos de explosivo y mucha metralla, lo que hace que el combustible se agote antes y cubra distancias inferiores al ligero modelo iraní, pero resulte más devastador. Según medios militares, ha sido especialmente diseñado para causar un volumen superior de daños y provocar incendios. Se supone que algunos de ellos fueron utilizados este pasado fin de semana en la ofensiva que destruyó 80 edificios en Kiev y otras ciudades ucranianas, muchos envueltos en llamas.
A medida que la guerra ha avanzado y el Kremlin ha atacado una y otra vez sus instalaciones energéticas, Ucrania ha sabido protegerlas mejor con grandes parapetos de cemento, acero y envoltorios de hormigón. Los nuevos aviones no tripulados están concebidos para penetrar esas defensas.
Tales amenazas están obligando al Gobierno de Zelenski a enfocar sus ataques con mayor frecuencia sobre las cadenas de producción de drones enemigas. Este mismo miércoles, el presidente ucraniano ha advertido que Rusia planifica un ataque masivo en el que podría utilizar un millar de drones al mismo tiempo, en lo que constituiría el mayor bombardeo de toda la guerra.
Sus servicios de Inteligencia dicen haber comprobado que las fábricas rusas trabajan para llegar este año a una producción capaz de desatar ataques diarios de 500 aviones no tripulados; más del doble de lo que es habitual en este momento de la invasión. Y que el Gobierno de Vladímir Putin acumula recursos para un golpe con mil aparatos.
Zelenski viaja este miércoles a Alemania para reunirse con su canciller. Friedrich Merz. El líder ucraniano aprovechará la visita para reiterar su última oferta enfocada a lograr un alto el fuego: una reunión a tres bandas entre él, Putin y el presidente estadounidense, Donald Trump.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.